Comer en familia es un hábito saludable que se está perdiendo por culpa del
ritmo al que nos someten las demandas de la vida moderna. Las exigencias
ambientales actuales nos llevan a caer en rutinas que nos parecen “normales”
pero que a nuestros abuelos les resultarían aberrantes y dañinas. Que nuestros
hijos almuercen en el comedor de la guardería o del centro educativo en el que
estudian (por supuesto sin menospreciar la calidad de dichas comidas, que suele
ser buena), o que se vayan con la comida a su cuarto para poder seguir
enganchados a la partida del videojuego, o que nosotros comamos malamente en la
oficina con prisas y olvidándonos de la importancia que tiene una dieta
equilibrada para salvaguardar nuestra salud física y mental, son nuevas
prácticas frecuentes que tienen sus consecuencias a corto y largo plazo. Los
malos hábitos alimenticios no son inocuos y repercuten en la educación, el
rendimiento académico y la salud de nuestros hijos. El problema es que los
padres tenemos que ser los primeros en dar ejemplo a la hora de transmitir
costumbres saludables.
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