En una ocasión oí a Emilio Duró decir de manera humorística
que en nuestra especie los que progresan no son los más válidos y brillantes, sino que los que a través de la
evolución tenían más posibilidades de sobrevivir y llegar lejos eran aquellos
que no tenían escrúpulos, por cuanto lograban
adaptarse mejor al terreno a cualquier precio. ¿Qué opina usted al
respecto? (Jordi, Jaén).
Yo también se lo he oído decir. Según él, son de esos
últimos de quienes mayoritariamente provenimos quienes vivimos en la
actualidad, pues se supone que los “buenos” tenían más probabilidad de ser
eliminados por la acción de los menos sensibles y misericordiosos. En esta línea, me sorprende a menudo cómo personas
mediocres, envidiosas y resentidas son capaces de abrirse paso sin hacer
prácticamente nada, tan sólo parasitando el talento de personas más brillantes,
aprovechándose de los logros de aquellos individuos que son más inteligentes,
creativos y bondadosos. Éstos últimos en muchas ocasiones no progresan porque
levantan envidias y son neutralizados de manera ruin por quienes no son capaces
de brillar como ellos. Sin embargo, las medianías a menudo trepan a sus anchas sin
que los demás les presten atención, por cuanto a priori no parecen suponer una
amenaza para nadie.El problema es que como no poseen el suficiente talento,
buscan incansablemente la consecución de sus objetivos a través de la reserva,
de la traición, de la manipulación, del victimismo, del chantaje emocional y
del “divide y vencerás”.Cuando logran el éxito aplicando estas estrategias en el
entorno laboral, blindan su posición rodeándose de subalternos inútiles y
grises, que actúan en equipo de forma arbitraria, injusta, despótica e incluso
cruel. Y en el ámbito afectivo suelen buscar parejas necias, vulgares y tan
mediocres o más que ellos.