miércoles, 22 de junio de 2016

CUANDO CAMBIAR ES POSIBLE

En ocasiones tengo que atender en consulta a personas que han sido condenadas por la Justicia. Personas a las que una decisión judicial les cambió la vida, que pasaron por mi despacho tras haber sido señaladas, privadas de libertad o tratadas como delincuentes, a veces sin serlo. Si el supuesto infractor fue condenado por violencia de género, la cosa se complica aún más por cuanto el rechazo social y el estigma es mayor, y además el trato especial que en la cárcel recibe por parte de sus compañeros y del funcionariado público constituye una condena adicional. Recuerdo la “terapia psicológica” que le propinaron a un paciente mío (al que siempre siempre consideré inocente y como psicólogo forense así se lo manifesté al juez) en la cárcel donde estuvo recluso por haber sido condenado por violencia de género. No voy a culpar a nadie por estas cosas ni por el daño que le hicieron, ni en este momento voy a criticar un sistema que tiene sus luces y sus sombras. Pero sí os diré que todas las personas merecen respeto y una oportunidad. Pienso en hombres y mujeres que cambiaron su rumbo, que aprendieron de sus errores y que con ayuda profesional lograron dar un giro radical a sus vidas encontrando un camino de esperanza. Lo he dicho muchas veces: cambiar es posible.


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