Estoy de cara al público, encargada y única empleada de tienda. En el contrato estoy como auxiliar de taller, categoría mínima del convenio y cobrando lo mínimo. El estrés y la carga de trabajo que manejo, sumando con la impotencia y la rabia que siento por no ser valorada, me hacen sentir ganas de tirar la toalla. ¿Qué debo hacer? (Claudia, Madrid).
Según Festinger, cuando hay un esfuerzo o se produce un coste, lo consistente es que a este costo o penalidad le siga ...una recompensa proporcional y apreciable. Toda persona busca el éxito,[que no es otra cosa que la recompensa ante el esfuerzo. Por el contrario, el fracaso es disonante; ocurre cuando al esfuerzo o coste no le sigue la recompensa adecuada.
En una época en la que el trabajo escasea, muchos trabajadores no se atreven a reivindicar sus legítimos derechos por temor a poner en riesgo su empleo. Esto lo saben los empresarios y no pocos se aprovechan de esta circunstancia. El problema es que el miedo paraliza e inhibe. Vivir con miedo implica la posibilidad de caer en conformismo, con el consiguiente sentimiento de frustración ante una situación que se percibe como injusta e incoherente. Esa disonancia cognitiva produce tensión y desarmonía internas, y la cronificación del estrés puede llegar a ocasionar psicopatologías como ansiedad, distimia y depresión.
Mi recomendación es que hables con tu jefe, exponiendo tu situación con tranquilidad. Si no llegas a un acuerdo satisfactorio, quizás debas replantearte tu situación, barajando la posibilidad de ir buscando una alternativa mejor que la que tienes. El trabajo es un área de identificación importante para las personas a la que le dedicamos muchas horas de nuestra vida, por lo que lo ideal sería trabajar en aquello que nos entusiasme y nos haga feliz. Pero si ello no es posible por las restricciones del mercado laboral, al menos hay que procurar que el trabajo no se convierta en un suplicio diario que nos despierte sentimientos negativos que pueden acabar lastrando nuestra salud física y emocional.
En una época en la que el trabajo escasea, muchos trabajadores no se atreven a reivindicar sus legítimos derechos por temor a poner en riesgo su empleo. Esto lo saben los empresarios y no pocos se aprovechan de esta circunstancia. El problema es que el miedo paraliza e inhibe. Vivir con miedo implica la posibilidad de caer en conformismo, con el consiguiente sentimiento de frustración ante una situación que se percibe como injusta e incoherente. Esa disonancia cognitiva produce tensión y desarmonía internas, y la cronificación del estrés puede llegar a ocasionar psicopatologías como ansiedad, distimia y depresión.
Mi recomendación es que hables con tu jefe, exponiendo tu situación con tranquilidad. Si no llegas a un acuerdo satisfactorio, quizás debas replantearte tu situación, barajando la posibilidad de ir buscando una alternativa mejor que la que tienes. El trabajo es un área de identificación importante para las personas a la que le dedicamos muchas horas de nuestra vida, por lo que lo ideal sería trabajar en aquello que nos entusiasme y nos haga feliz. Pero si ello no es posible por las restricciones del mercado laboral, al menos hay que procurar que el trabajo no se convierta en un suplicio diario que nos despierte sentimientos negativos que pueden acabar lastrando nuestra salud física y emocional.
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