Quienes trabajamos en el ámbito de la Psicología tenemos claro que el subconsciente es mucho más poderoso y más importante que el pensamiento consciente. De hecho, la mayor parte de nuestros procesos mentales son subconscientes, aun cuando no podamos controlarlos. Eso sí, podemos reprogramarnos en cualquier etapa de la vida mediante un entrenamiento psicológico adecuado.
Bruce Lipton, un biólogo celular estadounidense publicó hace una década el libro “La biología de la creencia”, en el que a grandes rasgos, planteaba que el entorno físico de un organismo vivo le condiciona incluso más que su carga genética. Por tanto, los seres humanos, como organismos vivos, no estaban determinados sólo por sus genes, sino condicionados por el entorno y sobre todo por sus «creencias», lo que los podría convertir en gran medida en dueños de su destino.
Esto tiene muchas aplicaciones dentro de la Psicología Cognitiva. Por ejemplo, nos sirve para entender cómo funciona un placebo: “Si cambio mi creencia y pienso que esto me va a sanar, si tomo una píldora porque creo que me va a traer salud, ésta supuestamente me mejora y me sana, pero la píldora podría ser de celulosa o de azúcar. Y la píldora en realidad no ha hecho nada, han sido mis creencias. Y a eso lo llamamos pensamientos positivos y efecto placebo”.
Lipton afirma que la mente humana actúa de manera muy particular: “si cierro los ojos, los abro y veo a alguien a quien amo, entonces mi cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa química trae salud a mis células. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero si abro los ojos y veo algo que me asusta, segrego hormonas del estrés, que frenan el crecimiento del cuerpo y apaga el sistema inmunitario. Por eso cuando estás bajo mucho estrés, puedes acabar enfermando”.
Bruce Lipton, un biólogo celular estadounidense publicó hace una década el libro “La biología de la creencia”, en el que a grandes rasgos, planteaba que el entorno físico de un organismo vivo le condiciona incluso más que su carga genética. Por tanto, los seres humanos, como organismos vivos, no estaban determinados sólo por sus genes, sino condicionados por el entorno y sobre todo por sus «creencias», lo que los podría convertir en gran medida en dueños de su destino.
Esto tiene muchas aplicaciones dentro de la Psicología Cognitiva. Por ejemplo, nos sirve para entender cómo funciona un placebo: “Si cambio mi creencia y pienso que esto me va a sanar, si tomo una píldora porque creo que me va a traer salud, ésta supuestamente me mejora y me sana, pero la píldora podría ser de celulosa o de azúcar. Y la píldora en realidad no ha hecho nada, han sido mis creencias. Y a eso lo llamamos pensamientos positivos y efecto placebo”.
Lipton afirma que la mente humana actúa de manera muy particular: “si cierro los ojos, los abro y veo a alguien a quien amo, entonces mi cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa química trae salud a mis células. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero si abro los ojos y veo algo que me asusta, segrego hormonas del estrés, que frenan el crecimiento del cuerpo y apaga el sistema inmunitario. Por eso cuando estás bajo mucho estrés, puedes acabar enfermando”.
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